lunes, abril 23, 2007

THE DARK SIDE OF THE MOON… o la noche en que le tiempo se detuvo. Parte 2.



(Hace bastante tiempo ya debiera haber escrito esta parte de la reseña. El concierto nos quemó los tímpanos hace ya algo más de un mes, pero me ha sido imposible articular lo sentido esa noche. Y, créanme, lo he intentado de muchas maneras. Desde no escuchar nada en absoluto y guiarme sólo por los visos de recuerdo de la experiencia vivida el catorce de marzo, mientras mi inconciente ruega porque nunca se le olvide, hasta escuchar el dark side como dosis de yunkie extasiado en la lividez de sus pupilas.

Ahí va…)

And all you touch and all you see, is all your life will ever be...

De pronto, vimos en las pantallas la luna llena. No seremos licántropos ni nada remotamente similar, pero las transformaciones ocurrieron… los estruendos de la sangre fluyendo ansiosa, las despiadadas risas con sus garras en tus hombros, todo en esquizofrénica concordancia nos retumbaba en las agitadas neuronas. Escuchábamos Speak to Me.

Breathe fue un traslado al primer clímax catatónico del lado oscuro. Respira y que no te importe. El mensaje era claro, vive. No importa lo que hagas, sólo vive porque lo único cierto es el fin. En aquel momento éramos testigos de una misa espacial y psicodélica que nos compelía a escarbar hasta la médula.

Luego vino On the Run… el Nacional nunca había cobijado algo así. Nuestros sentidos tampoco. Tal vez sea por ello que ahora podamos encontrar cierta consonancia con elementos tan dispares como autos de carrera, trenes, armas automáticas, sirenas de ambulancias... O tal vez no. Al final, ¿quién es tan arrogante para alegar que entiende esta maraña de absurdos consecutivos, - que aferradamente llamamos - vida? (quienes estuvieron allí, saben a qué me refiero)

The sun is the same in a relative way but you’re older,
shorter of breath, one day closer to death…

Por los días que se han ido y que no hemos considerado sonaron las alarmas de Time.
Cincuenta mil espíritus reconocíamos que cada día que pasa es uno menos, que nada es perpetuo, que la vida se está yendo y en ocasiones seguimos pegados en pelotudeces. Si bien no es un descubrimiento trascendental (porque claro, el análisis del tiempo lo asumimos como obvio y raras veces es una variable), adquirió todo un sentido en el momento del trance que vivimos. Arriba, la tierra, junto a la luna y el sol comezaban a alinearse…

Luego un desgarrador solo de voz. The Great Gig in the Sky, la pequeña carroza en cielo punzaba los botones de la maquina en nuestro cráneo… era todo estallidos repentinos, células que deliraban en combustible éxtasis, alcanzábamos en la calidez de las nubes la desconocida paz… y los armónicos alaridos se sucedían en un turbulenta caída libre a la penumbra del ser. Y volvíamos sentirnos apacibles, éramos una pluma en estos vientos acelerados, y caímos lentamente, aletargados, silentes, en paz…

Acto seguido el estruendo del oro y las registradoras. El bajo narcótico de Waters nos recorría la médula, gritábamos Money!!! Absortos en los efectos ácidos de la guitarra que nos remontaba a Gilmour. A estas alturas, poco importaba que el dinero fuera la causa de los males actuales, todo se estaba formando.

El viaje final despegaba en Us and Them. Us, nosotros, los cincuenta mil nos iluminábamos con el piano de Wright, hasta el punto que hasta prestar fuego a la persona junto a ti estaba cargado de una empatía animal… Para algunos se estaba gestando un orgasmo musical. Para otros el pausado silencio de la música escarbaba en la existencia.

There’s someone in my head but it’s not me.

Ráfagas de sicodelia de todos colores, de cualquiera que gustes, Any colour you like. Liberación? Tal vez. No tengo nada más que decir.

(si está escuchando la canción según el comentario, relájese y escuche)

Después sabíamos lo que vendría. El lunático en nuestras cabezas se abría paso completamente desnudo. Al final, todo había alcanzado una relatividad maravillosa, nos veríamos en lado oscuro de la luna. En ese momento una enorme pirámide de colores brillaba sobre nuestras cabezas, y todos suponíamos el desenlace, y no lo creíamos. Hasta que vimos casi como una epifanía, el gigante prisma que reflejaba la luz en nuestras córneas y todo se agitó. Y todo lo que tocamos, vimos, sentimos y amamos, todo, todo, absolutamente todo fue eclipsado por la luna. Todo se vería con un distinto prisma desde ese momento. Waters nos trajo una terapia nunca antes vista por acá, adictiva, necesaria.



EPÍLOGO

Luego, un botón para terminar. El tiro de gracia cuando nos movíamos con estertores en el suelo. Qué importaba, no estábamos cansados de escuchar. Además una dosis de The Wall es siempre necesaria, es una afirmación personal de algún tipo, qué se yo… al mismo tiempo se agradecía el regalo – un tanto populoso – de los niñitos cantando en el escenario. Aún cuando en el estadio escuchábamos a los ingleses chiquillos que cantaron el 79 en la grabación original, fue simbólico e ilusorio. Sin embargo, Waters cargaba su última bala. Con las aclamaciones a Vera Lynn – que escuchamos antes del concierto – abría fuego contra nosotros que en ese instante escuchábamos embobados como un conejo fijo en la linterna el cazador.
Bring the boys back home fue otra cosa. Espeluznante es una palabra enana para describir lo que fue. Todos con quienes he hablado concuerdan en ello.

Is there anybody out there? Y el proyectil lanzado penetraba finalmente en los nervios de todos los presentes. Qué mejor que las crudas guitarras de Comfortably Numb para enviarnos de vuelta a la rutina de la realidad, a comer, a pensar, a trabajar, estudiar, en fin, a vivir nuestro día a día sumidos en la rutina de ser; viviendo cómodamente adormecidos.

2 Comentarios:

Blogger pabloyer escribió...

El mejor comentario/relato de un concierto que he leído en mucho tiempo. Y ojalà que como dices, el recuerdo no se escape de la memoria.

2:35 p. m.  
Blogger Pepe Grillo escribió...

Buenísimo, nada que agregar.

3:29 p. m.  

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