jueves, noviembre 08, 2007

Gracias Totales… o bienvenidos otra vez.


Un hombre alado prefiere la noche.

Cerati se refirió a Santiago como la ciudad de la furia. Desde mi provinciana – y más aún, Patagónica – perspectiva, ello calzó a la perfección. Poco lo conozco, he ido de a poco. Para mí Santiago sigue siendo intangible. Amenaza, pero al mismo tiempo es un magneto ahumado. Es un misterio que me urge intentar deliberar,”donde nadie sabe de mi, y yo soy parte de todos”, parece ser la consigna. El concierto de Soda en Halloween (o la víspera de los muertos, como prefiera) fue un rito necesario. Algo así como 60 mil personas asistimos a un viaje al pasado. Unos volvieron a la edad que tengo ahora. Otros volvimos a la juventud de nuestros padres, o sea a nuestra infancia, donde, imperceptiblemente, se nos tallaron en el cerebro las pautas de Soda como soundtrack personal obligado. Entonces, comprenderá, que al escuchar por primera vez (en vivo) Juegos de Seducción, primera canción del tracklist, uno empieza a vislumbrar que se vienen tres horas más de paréntesis mental, y te sientes como “saltando de cubierta y abandonánte a la corriente”.

Desafiando al rito.

De la multiplicidad de generaciones que en el Nacional habitamos esa noche, parecía ser que todos entendíamos el ritual. El cielo entiende que mi obsesión está llegando a un límite…Si eso le tocó el nervio, entonces no fue a parar el dedo. Algunas generaciones, como la mía, tal vez necesitamos que Soda se fuera. A lo mejor necesitábamos el receso de diez años. Para crecer, para lloriquear la maldita adolescencia, e ir descartando de nuestra discografía aquello que no sirve, para releer los viejos discos de antaño, y comprender que esas canciones que uno ha tarareado como pelotudo – o boludo, dado el contexto - en cuanta fiesta, tomatera y discoteca que apareció en el camino, son efectivamente leyendas, y como tales se presentaron antes nuestros ojos, oídos y cerebro.

Nada más queda.

Sin embargo, como suele ocurrir con los maestros que, por asuntos de ubicación en la línea del tiempo no pudimos apreciar como se debe, Soda Estereo nos dio tres horas de concierto. En ellas exhumamos, quienes no vimos el último concierto, aquellos sentimientos que nos vimos forzados a enterrar diez años atrás, cuando con el clásico “Gracias Totales”, dieron fin a una era mundana, humana, entrando completamente al Olimpo del rock latino. Ahora, nosotros seguiremos alimentándonos de…las cenizas de una noche larga. Todos, los del primer y segundo concierto, seguiremos con lo nuestro, total, ya vimos a Soda y de aquel amor de música ligera, nada nos libra, nada más queda… todo está en la memoria.